EL HUNDIMIENTO

¡Tengo miedo, Igor!

He devuelto la vida a la materia muerta; a un ser vivo completo; a un hombre… con conciencia de sí mismo.

¡Tengo el poder de un dios y, sin embargo, me siento hundido!

Así pues, si nos ceñimos al Dictum de Acton; “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”; ¿acaso es mi sino verme degradado por la ponzoña; deformado por mi propia ambición; consumido por mi megalómana egolatría?

 

 

Por suerte, la iluminación, muchas veces, se encuentra recogida en la vasta Historia; y puede hallar respuestas quien sabiamente la consulte, y no la ignore.

Y, a veces, el Arte tiene a bien interesarse en según qué episodios para divulgar aquello que acaeció. Mas, ¡cuidado!, pues el Arte muchas veces enfoca algo de forma limitada o concreta; no pocas veces intencional; a menudo tomándose convenientes licencias; en algunos casos, haciendo flaco favor a la Verdad; en otros, haciendo Justicia a la realidad; y en los más inspirados, bullendo de detalles y sutilezas sin par.

Y es en el arte cinematográfico en el que me voy a demorar.

Mi inquietud, anteriormente manifiesta, me llevó a indagar sobre personajes de gran ambición. Y por ello me convertí en ávido espectador de dos películas que captaron mi atención. Pero centrémonos, hoy, en la primera opción.

 

 

El Hundimiento

Este largometraje versa sobre los últimos días de Hitler, acorralado en su búnker, en Berlín, durante el desenlace de la Segunda Guerra Mundial en el Frente Europeo.

Es un filme que se aproxima someramente al estilo documental, persiguiendo una gran fidelidad y realismo. Pero no deja de lado la inmersión psicológica dando profuso uso de dramáticos planos cerrados; muy apropiados dada la opresiva atmósfera del recinto subterraneo; muy apropiados dado el demoledor desarrollo de la guerra. Y todo ello aderezado con omnipresentes y deprimentes tristes tonos grises.

Se muestra la pasmosa incredulidad y desesperación de un Fürher y una sociedad que no daban crédito al funesto fin que, la impensable derrota, les había de deparar; pues a Hitler, el mundo, se le escapó de entre las manos como un puñado de arena.

Y para mayor entendimiento de la hecatombe personal y social, contextualicemos un poco.

 

Contexto

Para más señas, remito al Contexto del artículo El instante más oscuro: Dunkerque.

Y baste una imagen, más que mil palabras.

 

 

El caso es que, la imparable Alemania Nazi, se extendió por casi toda Europa. Mas tenía abierto el frustrante Frente Británico. También mandó al Afrika Korps para dar un impulso al Frente del Norte de África, con la intención de arrebatar a los ingleses sus preciados campos petrolíferos. Y como había pocos frentes abiertos, decidió atacar a la desdeñable U.R.S.S. (nótese la ironía).

Demasiados frentes abiertos consumiendo demasiados recursos.

No en vano, a punto estuvo Hitler de salirse con la suya. Sus innovadoras doctrinas de combate y su espectacular desarrollo tecnológico por poco le brindan la victoria, pero la escasez de recursos y el exceso de frentes abiertos le privaron de su tan preciado premio.

Y a partir de ahí, todo fue cuesta abajo.

Así que imagina, Igor, que tienes el mundo aferrado entre tus manos y se escurre entre tus dedos. Pues ése es el estupor y la frustración que nos muestra El Hundimiento; para alivio y regocijo de todos.

Es la plasmación del reflejo psicológico del momento; la de una derrota inesperada por quienes se creían invencibles.

 

 

Y así es como el III Reich, el que había de ser el Reich de los mil años, no fue.

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